janvier 24, 2002

Maíz contra humanos

La compañía biotecnológica Epicyte (San Diego, Estados Unidos), socio corporativo de la multinacional Dow Chemicals, está experimentando con la producción de anticuerpos humanos en maíz transgénico. Uno de estos experimentos es la producción de maíz espermicida, para usarlo como anticonceptivo.

El presidente de Epicyte, Mitch Hein, declaró al diario inglés The Observer (9/9/01): "Tenemos un invernáculo lleno de plantas de maíz que están produciendo anticuerpos espermicidas. También creamos otros maíces que producen anticuerpos contra el virus del herpes, y pronto estaremos en condiciones de producir en plantas un gel espermicida que no sólo es anticonceptivo, sino que además bloqueará enfermedades transmitidas sexualmente".

Epicyte considera que la producción de anticuerpos humanos en maíz es mucho más efectiva que la que hacen otros científicos, por ejemplo, con bacterias, porque las plantas de maíz tienen una estructura celular mucho más parecida a la de los humanos, por lo que se hace más fácil manipularla.

El maíz anticonceptivo está basado en la investigación de una condición femenina poco frecuente —infertilidad inmunólogica— en la cual, la mujer fabrica anticuerpos que atacan a los espermatozoides. Este método anticonceptivo ha sido anteriormente cuestionado por varios científicos debido a los riesgos potenciales para la mujer.

Epicyte asegura que no van a plantar estos maíces cerca de ningún otro cultivo con el que se pudieran cruzar. Lo mismo afirman los gigantes genéticos Dow y Dupont, que están desarrollando maíz para producir plásticos, y la empresa ProdiGene, que está desarrollando maíz que produce enzimas para la industria de los adhesivos, maíz que produce proteínas superdulces para elaborar edulcorantes de bajas calorías y maíz con una vacuna comestible contra el sida.

Al contrario de lo que afirman estas y las demás empresas del ramo, la industria biotecnológica no ha podido contener sus transgenes, y está contaminando con el polen de sus plantas transgénicas a miles de agricultores canadienses y estadunidenses que no lo querían ni lo sabían, y ahora también al maíz nativo mexicano. Contaminación que fue comprobada en algunos lugares de México, pero probablemente esté presente en muchísimos más.

Según el informe que hizo público la Conabio-INE el pasado 23 de enero en el seminario En defensa del maíz, celebrado en México DF, 37 por ciento de las muestras de maíz de Diconsa en Oaxaca tenían secuencias transgénicas, y aún más alarmante, en las muestras tomadas de los municipios oaxaqueños de Ixtepej, Tlalistac, Nochixtlán y Santa María Ecatepec se encontró entre 20 y 60 por ciento de contaminación transgénica.

En México plantar o hacer ensayos experimentales de maíz transgénico es ilegal. El maíz transgénico liberado comercialmente en Estados Unidos —seguramente la fuente de contaminación— hasta ahora es tolerante a herbicidas o es maíz insecticida a través de la inserción de la toxina de la bacteria Bacillus Thuringiensis. Estas dos características, además de que implican la inserción de genes de virus y bacterias en el maíz nativo, conlleva riesgos potenciales para la biodiversidad del maíz, el ambiente, los campesinos, los consumidores y en general para México, al devaluar uno de los mayores recursos económicos y culturales del país.

Sin embargo, cualquier escenario actual, de por sí negativo, palidece ante la posible contaminación con maíz espermicida que actuaría como anticonceptivo- o de maíces que producen vacunas, anticuerpos o plásticos, que podrían cruzarse en campo y ser consumidos sin saberlo por miles de personas.

El hecho de que la contaminación transgénica que ya se comprobó en Oaxaca, Puebla y el Valle de Tehuacán pasó desapercibida para los campesinos que trabajan con el maíz todo el tiempo, muestra que la detección es difícil. El potencial del maíz espermicida como arma biológica es altísimo, ya que es de fácil cruza con otros maíces, pasa inadvertido y se podría insertar en el corazón mismo de las culturas indígenas y campesinas. Ya nos ha tocado presenciar cómo se han usado repetidamente campañas de esterilización contra indígenas. Este método sería ciertamente mucho más difícil de detectar.

Como solución al problema de su incontinencia genética, la industria biotecnológica está proponiendo aplicar la tecnología Terminator, que hace que las semillas de los cultivos sean estériles. Esto es, como si todos tuvieran que usar condón porque la industria tiene una enfermedad de trasmisión sexual. No sólo no es una solución, sino que sería la difusión de otra tecnología peligrosa y creada para producir mayor dependencia de los agricultores con las empresas de semillas.

Al parecer, las "industria de la vida" como gustan denominarse las empresas de la biotecnología, se dedican a métodos para producir la esterilidad en semillas y la infertilidad de seres humanos. Si pensamos que son las mismas empresas que nos legaron armas biológicas como "el agente naranja" y decenas de contaminantes químicos, cuyos derrames y uso han producido la enfermedad y muerte de decenas de miles de personas, sería más adecuado llamarlas "las industrias de la muerte".

Silvia Ribeiro