Diciembre 20, 2023

COP28: píldora venenosa cubierta de azúcar

La declaración oficial de la COP28 oculta que muchas de las decisiones adoptadas empeorarán el problema

Los resultados de la 28ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en los Emiratos Árabes Unidos (COP 28) son un ejemplo claro de narrativas perversas: la declaración oficial final pretende mostrar que se aborda un problema crucial -la catástrofe climática y el rol de los combustibles fósiles- pero oculta que muchas de las decisiones adoptadas empeorarán el problema.

La COP 28 no marca el inicio de una "transición hacia el abandono de los combustibles fósiles", pese a lo que se ha hecho creer a muchos medios de comunicación. Si bien es cierto que los combustibles fósiles y la necesidad de abandonarlos se expresa por primera vez en los resultados de una COP, van acompañados de tal plétora de adjetivos, condicionantes, lagunas y disposiciones contradictorias que los grandes contaminadores no sólo se libran de responsabilidad, sino que además salen ganando. Se promocionan abiertamente falsas "soluciones” que los favorecen, al tiempo que se ignora la enorme deuda climática que han generado con los pueblos del Sur Global.

Las objeciones de varios de los países del Sur global que están entre los más afectados por el cambio climático fueron abiertamente ignoradas por el empresario petrolero que presidía la cumbre, el Sultán Al Jaber, quien cerró la discusión antes de que los países pudieran manifestar sus diferencias. Lejos de buscar un futuro libre de combustibles fósiles, el presidente de la COP, Al Jaber, mostró descaradamente que su propia empresa pretende seguir invirtiendo en petróleo.

Una cuestión clave a entender es que la COP28 (y los textos precedentes) no piden reducciones reales, sino que se llama a tomar medidas para lograr la “neutralidad climática” o llegar a “cero neto” en emisiones para 2050. El cero neto es un concepto engañoso que propone que las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) continúen e incluso aumenten mientras puedan “compensarse” a través de los mercados de carbono y/o mediante la remoción de GEI de la atmósfera, mediante las llamadas “soluciones climáticas basadas en la naturaleza” o con “tecnologías de remoción de carbono” (que es otro nombre para técnicas de geoingeniería).

El concepto deliberadamente ambiguo de combustibles fósiles “no mitigados” (unabated fossil fuels) también sirve para mantener viva y creciente a la industria de los combustibles fósiles. Este término se encuentra en muchas decisiones de la COP 28, y fue impulsado en gran medida por la presidencia de la COP y los grandes intereses petroleros. Básicamente se utiliza para dar a entender que si la producción de carbón, petróleo y gas está conectada a instalaciones de captura (uso) y almacenamiento de carbono u otras formas de “remoción” de carbono una vez emitido, como la captura directa en el aire y la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono, entonces se considera “abatida” o “mitigada” y por tanto no es necesario reducirla.

El Balance Mundial (Global Stocktake) de avance de los compromisos climáticos en los ocho años transcurridos desde el establecimiento del Acuerdo de París, llama a acelerar y subvencionar el despliegue de tecnologías y recursos combustibles peligrosos, fallidos y/o no probados, como la energía nuclear, los combustibles de hidrógeno y muchas formas de geoingeniería:

 

(e) Acelerar las tecnologías de emisiones cero y bajas, incluidas, entre otras, las energías renovables, la energía nuclear, las tecnologías de remoción, como la captura, utilización y almacenamiento de carbono, en particular en los sectores de que son difíciles de mitigar (hard-to-abate), y la producción de hidrógeno con bajas emisiones de carbono.” (Párrafo 28 del texto del Balance Mundial, traducción nuestra)

 

Un problema importante de la COP 28 fue la centralidad que se concedió al supuesto rol de la tecnología de Captura y Almacenamiento de Carbono (CCS, por sus siglas en inglés) y a las tecnologías de geoingeniería relacionadas, a pesar de que están bajo moratoria en las Naciones Unidas. La CCS fue inventada por la industria petrolera para acceder a reservas profundas de petróleo mediante la inyección de dióxido de carbono para empujar esas reservas hacia la superficie. Originalmente se denominó recuperación mejorada de petróleo (EOR, por sus siglas en inglés).

Sin embargo, tras muchas décadas de investigación y desarrollo, la industria no ha escalado esta tecnología debido a sus elevados costes y a la gran demanda de energía que implica. También han tenido muchos otros problemas con las instalaciones de CCS, como la explosión de tuberías y las fugas de gas, lo que implica enormes peligros para las personas y la naturaleza, sobre todo porque el CO2 concentrado es muy tóxico. No obstante, ahora la rebautizan como una tecnología climática que vendrá a rescatarnos.

Con ese cambio de nombre, la industria busca subvenciones públicas y obtener créditos de carbono para financiar la extracción de más combustibles fósiles y al mismo tiempo generar nuevos flujos de lucro a través de captura y mercados de carbono. Pero de las instalaciones de CCS que existen en la actualidad, tres cuartas partes son para EOR, es decir, para extraer más petróleo. Ya existen numerosos estudios que muestran su fracaso y su falta de viabilidad energética, climática y económica. Un informe reciente de Climate Analytics, califica la captura y almacenamiento de carbono como una “bomba de carbono” en ciernes. Muestran que confiar en dicha tecnología para “remover” las emisiones de los combustibles fósiles podría terminar emitiendo más de 86 mil millones de toneladas adicionales de CO2 de aquí a 2050 (https://tinyurl.com/2tzchk4s).

No cabe duda de que hay en juego enormes intereses de lucro. La industria avizora jugosas ganancias con la CCS y otras técnicas de geoingeniería para la “remoción” de GEI (aún si no funcionan) Por ello sus cabilderos asistieron en masa a la Convención. Entre los más de 2,400 cabilderos de la industria de los combustibles fósiles que se registraron, CIEL informa de que 475 eran expertos en captura y almacenamiento de carbono.

La COP28 también fue un parteaguas en cuanto a las docenas de eventos paralelos que se permitió organizar a industrias, empresas emergentes,  instituciones académicos y supuestas ONGs que son patrocinadas por empresas transnacionales y/o multimillonarios para promover la geoingeniería marina e incluso solar (a pesar de las moratorias de la ONU antes mencionadas).

Sin duda, los promotores de la geoingeniería esperaban que se concretaran los nuevos mercados de carbono, con una "definición" deliberadamente vaga de qué se considera remoción de GEI en los artículos 6.2 y 6.4 del Acuerdo de París, y esperaban mantener un enfoque laxo a la hora de exigir pruebas de eficacia de las tecnologías que venden, incluso en términos de su capacidad para secuestrar CO2 de forma permanente. Eso abriría un enorme mercado de carbono para tecnologías no probadas y de alto riesgo como la geoingeniería marina y solar, sobre las que de ningún modo está probado que sirvan para secuestrar carbono en forma permanente ni para la crisis climática.

Un punto positivo de las negociaciones de la COP 28 fue justamente que eso no ocurrió: los mercados de carbono no pudieron avanzar. Los geoingenieros y otros especuladores de carbono tuvieron que marcharse sin una decisión sobre los artículos 6.2 y 6.4, que se pospuso tras las aportaciones críticas de muchos gobiernos en relación con los documentos presentados por el Órgano de Supervisión del artículo 6.4. Posiciones críticas que fueron resultado de la amplia oposición de la coalición de la sociedad civil contra los mercados y compensaciones de carbono y contra la geoingeniería, que es muy amplia y ha estado activa desde que se inició el debate de este artículo, antes de la COP27 en 2022.

El mensaje oficial de la COP 28 es una píldora venenosa cubierta de azúcar: la dependencia de la captura y almacenamiento de carbono, la geoingeniería, las compensaciones, los mercados de carbono y otras propuestas peligrosas no contribuirán a la eliminación progresiva de los combustibles fósiles. Por el contrario, las emisiones aumentarán y empeorará la crisis climática. Vendrán nuevos riesgos para la naturaleza, la salud y el medio ambiente y empeorará la violación de derechos humanos que los mercados de carbono y los proyectos de compensación ya han desencadenado.

 

 

 

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