Enviado por Ronnie Hall el

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Nosotros, la sociedad civil, los Pueblos Indígenas y las organizaciones de base de todo el mundo, estamos profundamente preocupados por la proliferación de experimentos de geoingeniería marina al aire libre y en el agua que se están planeando o que ya están en marcha, muchos de los cuales comercian con carbono, desafiando los acuerdos internacionales.
Cada vez más, nuestros océanos están amenazados no solo por los impactos de la sobreexplotación y la crisis climática, sino también por estos intentos equivocados de manipular los sistemas terrestres con el objetivo de contrarrestar algunos de los síntomas del cambio climático. La inmensidad de los océanos, su vulnerabilidad y su naturaleza comparativamente prístina son aún poco conocidas, pero sustentan la vida en la Tierra y son nuestro mayor aliado en la lucha contra el cambio climático: hacer un mal uso de ellos presenta incertidumbres y riesgos incalculables, y los efectos de la geoingeniería marina sobre ellos son impredecibles.
Los intentos teóricos y experimentales de geoingeniería en el ambiente marino incluyen actualmente el aumento de la reflectividad de las nubes marinas o de la superficie del océano; la eliminación del dióxido de carbono marino - vertiendo minerales o biomasa en el océano para aumentar la absorción de carbono, pasando corrientes eléctricas por el agua de mar o bombeando agua más fría desde las profundidades del océano hasta la superficie-; y los esfuerzos para detener el derretimiento del hielo esparciendo microperlas o bombeando agua salada en su superficie.
Ninguna de estas tecnologías hace nada por abordar las causas fundamentales del cambio climático, más bien la confianza en soluciones tecnológicas especulativas retrasa la adopción de medidas vitales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Ninguna ha sido capaz de demostrar que puede secuestrar eficazmente el carbono o almacenarlo con carácter permanente, mientras que los esfuerzos por enfriar el clima aumentando la reflectividad son intrínsecamente impredecibles y corren el riesgo de desestabilizar aún más un sistema climático ya desestabilizado.
Es muy probable que la geoingeniería marina altere la química de los océanos, provoque cambios en los niveles de nutrientes y por tanto, genere cambios en la abundancia de especies, alterando así los delicados equilibrios de las interacciones entre especies.
Reiteramos la opinión de las partes del Convenio de Londres / Protocolo de Londres (LC/LP), que el año pasado declararon en relación con cuatro categorías clave de geoingeniería marina que “existe una incertidumbre considerable en cuanto a sus efectos sobre el medio ambiente marino, la salud humana y sobre otros usos del océano”, y expresaron su preocupación por “la posibilidad de que se produzcan efectos nocivos generalizados, duraderos o graves”.
A pesar de la moratoria de facto sobre la geoingeniería en virtud del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), en vigor desde 2010, y del proceso actual que puede someter varias categorías adicionales de geoingeniería marina a un estricto control normativo bajo el Convenio de Londres / Protocolo de Londres (que ya prohíben las actividades comerciales de fertilización de los océanos), recientemente se han llevado a cabo o se están realizando experimentos al aire libre en todas estas categorías, y se han propuesto muchos experimentos nuevos.
Aunque estas técnicas de geoingeniería varían considerablemente, lo que tienen en común es el hecho de que para empezar a influir en el clima planetario habría que intervenir a escalas enormes, en ecosistemas oceánicos muy complejos y frágiles. El aumento de la alcalinidad oceánica, el surgimiento artificial y la fertilización del océano con hierro requerirían teóricamente manipular aproximadamente el 10% de la superficie del océano para tener algún impacto climático significativo. Sin embargo, incluso las escalas identificadas para las “pruebas” pueden ser enormes: un ensayo de blanqueamiento de nubes marinas propone un experiment en un área de 10.000 km2 en el noreste del Pacífico, mientras que una megagranja planificada de algas flotantes crecerá modularmente hasta alcanzar los 94.000 km2 en el sur del Atlántico, es decir, un área mayor que la de Portugal. Además, hay que tener en cuenta la escala de la infraestructura y el transporte asociados. En el caso de la alcalinización del océano, sería necesario un aumento masivo de la extracción -con todos sus impactos medioambientales y de carbono asociados -dado que teóricamente se necesitan aproximadamente dos toneladas de material rocoso para absorber una tonelada de carbono.
Otra cosa que tienen en común muchos de estos proyectos de geoingeniería es que se basan en los mercados de carbono como fuerza motriz. Las empresas de nueva creación están llevando a cabo experimentos al aire libre vendiendo o prevendiendo compromisos de créditos de carbono sin ninguna prueba fiable de que vayan a “funcionar”, y a pesar del hecho de que un interés comercial es un factor significativo que los pone en contradicción con la regulación existente y emergente. Cualquier fallo o fuga en el futuro provocaría de hecho un aumento neto de las emisiones. Estas empresas también operan con poca transparencia en lo que respecta al seguimiento de los impactos previstos o de las consecuencias perjudiciales. Las negociaciones en el marco del artículo 6 del Acuerdo de París corren el riesgo de legitimar y afianzar estas técnicas altamente especulativas y arriesgadas.
La geoingeniería marina conlleva además nuevos riesgos para los medios de subsistencia de los Pueblos Indígenas, las comunidades tradicionales y las personas Pescadores que dependen de los ecosistemas marinos y costeros.
El informe del Consejo de Derechos Humanos de la ONU sobre este asunto señala que las tecnologías que alteran el clima, incluidas algunas técnicas de geoingeniería marina, “podrían interferir gravemente en el ejercicio de los derechos humanos de millones, incluso miles de millones de personas” y que“el posible despliegue de las nuevas tecnologías destinadas a la protección del clima tendría repercusiones enormes y desproporcionadas en los Pueblos Indígenas, cuyas tierras y territorios tradicionales están especialmente expuestos y corren el riesgo de ser utilizados con fines experimentales”.