Junio 19, 2015

De fe y fósiles

La encíclica del Papa Francisco cuestiona la industria de los combustibles fósiles y mucho más

¿Teología de la liberación o “tecnología de la liberación”?

Las simpatías del Papa Francisco por la Teología de la Liberación —el mensaje radical de la iglesia católica en América Latina, que entre las décadas de los sesenta y setenta llamó al cambio social— han cuando menos sido inciertas. Él era un joven sacerdote cuando la Teología de la Liberación estaba en su apogeo y no dijo nada cuando ésta perdió el favor de la jerarquía católica. En 2014 y nuevamente este año, sin embargo, el Papa Francisco se reunió con movimientos sociales y organizaciones civiles (incluido el Grupo ETC) y volverán a dialogar nuevamente en Bolivia en pocas semanas, para discutir lo que algunos han descrito como un nuevo capítulo de la Teología de la Liberación. La nueva encíclica del Pontífice, Laudato Si', hace eco de esa teología que ha hecho énfasis en la justicia social.

Enfocándose en el cambio climático y en la necesidad de emprender una acción revolucionaria para proteger a la “Hermana Tierra” (párrafo 53) y a la humanidad, el Papa se refiere con dureza a la industria de los combustibles fósiles, demandando una retirada urgente de los combustibles fósiles (párrafo 26) y rechazando el entusiasmo de la industria por el mercado de  créditos de carbono, por considerarlo una distracción peligrosa, que incluso justifica el consumismo. (Párrafo 171). Pero va más allá de los combustibles fósiles, a la confrontación directa con el poder de las corporaciones y llama a terminar con el dominio del sector privado por encima de los gobiernos nacionales. El Papa Francisco pide un sistema multilateral más fuerte (párrafo 175) en el que los gobiernos recuperen su papel político y en el que se promueva la participación popular (párrafos 14 y 135).

El Papa Francisco critica el control de las corporaciones con las tecnologías en general y advierte repetidamente que los movimientos y la “confianza ciega” de la industria en los remiendos tecnológicos es muy peligrosa. (Párrafo 14). Un capítulo entero de la encíclica se enfoca en las promesas y las amenazas de la tecnología y el riesgo que implican para la humanidad muchas tecnologías no evaluadas. (Párrafo 112). Haciendo eco de su mentor, el Papa Juan XXIII a principios de los sesenta, Francisco da prioridad a las soluciones socioeconómicas a los problemas sociales tal como plantea la Teología de la Liberación y no mediante la “tecnología para la liberación”, que asume traicioneramente que la humanidad puede permitir que la industria invente respuestas tecnológicas para todos nuestros asuntos económicos, ambientales y de equidad. La encíclica llama enfáticamente a realizar una amplia evaluación social de las tecnologías y aplicar el Principio de Precaución (párrafos 135, 177, 186 y 188).

Es un mensaje claro a los negociadores de cambio climático que estarán en París a final de este año. Claramente, Francisco no confía en las aseveraciones del G7 y de las grandes empresas petroleras, en el sentido de que una combinación de reducciones voluntarias junto con la invención de tecnologías “mágicas” permitirán que las compañías sigan extrayendo sus billones de dólares en activos y aún así lograr emisiones “netas cero” para el 2100. Al Papa se han unido varios líderes ambientalistas y economistas —incluidos comentaristas del Financial Times— en reconocer que las conclusiones que se están elaborando hacia París harán que los niveles de CO2 se incrementen, de los actuales 400 ppm a 700 ppm para el 2100 y que las temperaturas aumenten mucho más de 2oC (que es el compromiso del G7) a por lo menos 3.5 oC.

Aunque la encíclica no se refiere a la geoingeniería del clima o, más específicamente, a la amenaza que implican los arreglos técnicos de escala planetaria como el manejo de la radiación solar (disparar sulfatos a la estratósfera para reducir la luz del sol y bajar las temperaturas) o las técnicas conocidas como BECCS (captura y almacenamiento de carbono con bioenergía, almacenando el CO2 en los mares o en los suelos) su tono deja poca duda de que Francisco no aceptará que una élite tecnológica controle el termostato de La Tierra.

La crítica del Papa al poder corporativo también se refiere a los oligopolios de la cadena alimentaria. (Párrafo 134). En un pasaje que nos recuerda casi literalmente a nuestra publicación En el caos climático, ¿quién nos alimentará? Francisco argumenta que los campesinos protegen la Tierra, fortalecen la diversidad y proveen la mayoría de la alimentación del mundo, con poca tierra y recursos escasos. Llama a que como mínimo haya un diálogo abierto, participativo, incluyendo a los más afectados, sobre los transgénicos (párrafo 135); advierte sobre la manipulación de la información y  de la investigación que “no pone todos los elementos sobre la mesa” y “no llama las cosas por su nombre” y explícitamente rechaza la introducción de semillas “infértiles” (párrafo 134), es decir, la tecnología Terminator o de semillas suicidas, que mueren luego de cosechadas. Esta advertencia es particularmente relevante cuando el Congreso de Brasil podría aceptar la legislación para comercializar Terminator, a pesar de que existe una moratoria de Naciones Unidas contra el uso de esta tecnología.

El mensaje de Francisco también es válido para la discusión de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y para los negociadores que sesionan ahora mismo en Nueva York y que pronto se reunirán en Etiopía, a mitad de julio, para decidir sobre la financiación necesaria para las estrategias nacionales de desarrollo y los presupuestos de ayuda internacional hasta el 2030. Naciones Unidas adoptará 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible —incluyendo 169 metas que dependen en gran medida del uso de nuevas tecnologías para enfrentar las necesidades sociales y ambientales. A pesar de que afirma esta dependencia de tecnologías para lograr los objetivos propuestos, los estados de la OCDE combaten la propuesta del G-77 y China—promovida especialmente por Brasil, India y Egipto, luego de ser aprobada en la conferencia de Río+20— para establecer un Mecanismo de Facilitación de Tecnologías que no solamente considere temas como la transferencia, sino también la evaluación de esas tecnologías. Aunque 18 estados de la Unión Europea así como la comisión de la Unión en Bruselas tienen oficinas independientes para la evaluación de las tecnologías, Reino Unido y Estados Unidos se oponen ferozmente a que exista un foro de “alerta temprana” sobre tecnologías en Naciones Unidas.

Para ser claros, el Papa no se opone a la ciencia y la tecnología. De hecho, apuesta por la ciencia independiente que informa al IPCC y apoya fuertemente el papel de la ciencia para entender y enfrentar al cambio climático y muchos otros temas que conciernen a toda la sociedad. Teniendo en cuenta la experiencia de la iglesia con Galileo y Copérnico, el Papa está claramente del lado de la ciencia, pero no de la creación de tecnologías dirigida por la industria para acrecentar sus ganancias, que conllevan ocasionar daños directos o colaterales a la Hermana Tierra y sus ciudadanos.

Esta encíclica influirá con toda certeza las negociaciones en París pero también será recordada por su amplia crítica del control de las corporaciones sobre los gobiernos y sobre la tecnología. También será recordada por su llamado a la renovación del sistema multilateral, que sea nuevamente guiado por los gobiernos y con amplia participación de la sociedad civil. Así como advirtió el Foro Social Mundial este año, la COP21 (la 21a sesión de la Conferencia de las Partes del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático) que ocurrirá en París en diciembre 2015 no debe encaminarse a una COP22 si no es capaz de cumplir las demandas de la gente, que ahora también expresa el Papa. En su lugar deberíamos sustituirla por la CoP1, un 1er Congreso de los Pueblos, que también marque un nuevo comienzo y profunda revitalización de Naciones Unidas. Y, en Etiopía, en Julio, la ONU debería establecer sin demora una oficina para la evaluación de tecnologías y dando así el primer paso para liberar la tecnología de los oligopolios corporativos.

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