Diciembre 12, 2001

Maíz: contaminación biológica y moral

El maíz nativo de México está contaminado con transgénicos. En 15 de 22 localidades campesinas e indígenas de Oaxaca y Puebla, en un grado de 3 a 10 por ciento, según datos del INE en septiembre 2001. Antonio Serratos, experto del CIMMYT (Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo) considera preocupantes estas cifras, ya que indican que la difusión del material transgénico ha sido más veloz de lo calculado (dado que el maíz transgénico fue liberado comercialmente en Estados Unidos en 1996 y no podría haber llegado a México antes de 97) o que la distribución ha sido masiva y por eso se encuentra en grado tan alto.

Según Serratos, si un campesino con una hectárea de terreno siembra un solo surco con semillas transgénicas de las que existen actualmente en el mercado, en siete años 65 por ciento de su campo sería transgénico. Los datos del INE superan esa velocidad. Peter Rosset, biólogo y codirector del Instituto para las Políticas de Alimentación y Desarrollo FoodFirst, declara que "la presencia de transgenes en este porcentaje supera ampliamente los peores escenarios de contaminación previstos en modelos matemáticos de flujo genético".

El estudio de Ignacio Chapela y David Quist, de la Universidad de Berkeley, publicado en la revista científica Nature (29/11/01), informa que encontraron fragmentos de secuencias compatibles con genes de maíces transgénicos en muestras de maíz recogidas en campos de Oaxaca y en niveles mucho más altos en muestras de maíz distribuido por Diconsa en la misma zona.

Ante estos datos, diversas organizaciones indígenas, incluyendo la octava asamblea del Congreso Nacional Indígena (octubre de 2001), organizaciones campesinas, ambientalistas y de la sociedad civil de todo el país, así como personalidades y académicos, demandan implementar un plan urgente para detener las fuentes de contaminación, fundamentalmente las importaciones de maíz, determinar si hay contaminación en otras zonas, y establecer las responsabilidades coyunturales y estructurales por estos hechos, que consideran altamente atentatorios contra un recurso fundamental de México, económica y culturalmente.

No es para menos. Se trata de contaminación en el centro mismo de origen de un cultivo de importancia mayúscula en la alimentación mundial, lo cual implica impactos mayores que en otras zonas, ya que la contaminación se puede extender no sólo a los maíces nativos y criollos, sino también a sus parientes silvestres como el teocinte.

Contrasta la actitud de algunas autoridades mexicanas y medios académicos, que han reaccionado alegando que no hay suficientes pruebas, ante lo cual no proponen estado de alerta y un plan de contingencia, sino que disminuyen su importancia argumentando que "no es contaminación, es flujo genético", que en todo caso, "aumentaría la diversidad" y "agregaría características positivas" a los maíces criollos.

Por supuesto, hay flujo genético. Pero en este caso particular, es contaminante y degrada uno de los mayores tesoros de México. Que a diferencia de la dispersión y flujo genético entre maíces criollos y variedades híbridas convencionales, no transfiere genes de maíz solamente, sino además fragmentos de genes de bacterias y virus, que nada tienen que ver con el maíz, cuyos efectos ambientales y en la salud no han sido seriamente evaluados.

Además, como la producción mundial de transgénicos está altamente concentrada en un puñado de empresas, es contaminación de bienes públicos con genes patentados por compañías multinacionales que, llegado el caso, podrían demandar en un futuro a campesinos mexicanos por "uso indebido" de su patente y llevarlos a juicio, tal como Monsanto ha hecho ya con más de 400 agricultores estadunidenses, incluyendo el caso de Percy Schmeiser en Canadá, al cual un juzgado condenó a pagar más de 75 mil dólares en regalías y multas, pese a que su campo fue contaminado sin que él lo supiera.

En caso de que fuera contaminación con maíz Starlink sería, además, causante de alergias en humanos, razón por la cual fue prohibido en el mercado estadunidense y la empresa que lo liberó tuvo que pagar más de mil millones de dólares para retirarlo del mercado. El maíz Starlink se encontró presente en exportaciones que llegaron hasta Japón y Corea. Si llegó a México no se sabe, porque no ha habido pruebas a las importaciones de maíz, pese a que más del tercio del grano proveniente de ese país es transgénico.

Si fuera contaminación con maíz Bt -modificado con la toxina de la bacteria Bacillus Thuringiensis- le trasmitiría su toxicidad a muchas lepidópteras, incluyendo a la mariposa monarca. En una difusión de largo plazo podría tener impactos fuertes en la cadena alimentaria en insectos y su interacción con el resto de la biodiversidad. Hay variedades de maíz Bt que contienen genes marcadores que otorgan resistencia a antibióticos, con potencial de trasmitir esta resistencia a quienes lo consuman.

Por supuesto, es necesario realizar más estudios. Y muchas más pruebas en otras zonas de México porque si, tal como sugiere el estudio de Quist y Chapela, la contaminación proviene de Diconsa, que tiene miles de tiendas rurales en todos los estados del país, podría haber contaminación en muchos otros sitios. En cualquier caso, debería primar el principio de precaución, y entre otras cosas, parar de inmediato las importaciones de maíz que, tal como plantearon la ANEC, la UNORCA y el CNI en sus recientes asambleas, están contaminando no sólo el maíz, sino la cultura y la vida -por hambre- de miles de campesinos mexicanos.

Silvia Ribeiro

Publicado en La Jornada, México D.F., 13 de diciembre de 2001