Normalizando la geoingeniería como ayuda exterior - Inteligencia artificial de la geoingeniería III

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La inteligencia artificial de la geoingeniería, Parte 3
(Parte 1 y Parte 2)

Sacudida climática: Los geoingenieros tienen problemas: los modelos por computadora sugieren que bloquear la radiación solar en la zona templada del globo (para preservar el hielo del Ártico o evitar liberaciones masivas de metano) podría enfriar el hemisferio norte, pero su impacto podría llegar hasta el sur, creando severos disturbios climáticos como la disminución de los monzones de Asia o sequías totales en el Sahel.[i]

Sin embargo son optimistas. Un nuevo estudio de la Oficina Meteorológica del gobierno del Reino Unido publicado en Nature Climate Change[ii] sugiere que algunas formas del manejo de la radiación solar podrían mitigar las vicisitudes convencionales de la naturaleza. Según el informe, las erupciones volcánicas al norte del ecuador ocurridas en el siglo 20 ocasionaron sequías (o contribuyeron a ellas) a lo largo del ecuador africano y más al sur. Los funcionarios de la oficina de meteorología imaginan que si el norte (donde se ubican la mayoría de los volcanes) tuviera una erupción más (muy grande, y como todas, inevitable), la sequía consecuente podría contrarrestarse ocasionando erupciones de volcanes artificiales más al sur del ecuador. Se dice incluso que las explosiones de sulfuro (de los volcanes inventados) podrían aumentar la precipitación en el África Sub-Sahariana, aumentar el crecimiento de la biomasa y beneficiar la seguridad alimentaria regional. Para dejar en claro su punto, los autores del estudio publicado en Nature Climate Change señalan que la erupción del volcán El Chichonal en México en 1982, creó o exacervó la hambruna devastadora que barrio en Sahel y Etiopía. ¿Se hubieran salvado vidas si la geoingeniería hubiera estado disponible entonces? 

Normalización: La geoingeniería, entonces, ya no sería identificada como el argumento recurrente de los que niegan el cambio climático y de los políticos serviles de las zonas templadas, sería vista como “ayuda exterior.” La geoingeniería iría más allá de sus objetivos originales, se transformaría en otra bondadosa cara de la ayuda exterior. La manipulación de los sistemas planetarios, considerada hace poco una aberración, se está normalizando a medida que se le encuentran “nuevos usos”. 

Esta no es la primera vez que la geoingeniería se ha vinculado al alivio de las hambrunas. La crisis de Bihar en India a finales de la década de los sesenta motivó que Lyndon Johnson lanzara su Operación Gromet, un ejercicio en gran escala de modificación climática. La fuerza aérea de Estados Unidos, con el permiso de India, sembró nubes para provocar la lluvia. No funcionó, y la ayuda alimentaria tuvo que organizarse a toda prisa.[iii] Sin embargo el ejercicio no fue desperdiciado. Richard Nixon adoptó la idea para la Guerra de Vietnam, resultando en la Operación Popeye, que trató de inundar la ruta de Ho Chi Minh y anegar los arrozales de Vietnam del Norte.

El resultado político de esta experimentación climática de Estados Unidos fue la elaboración de la  Convención de Naciones Unidas sobre la Modificación Ambiental (ENMOD) adoptada por todos los gobiernos a finales de 1970. Bajo esta convención, los firmantes se comprometen a no realizar ninguna geoingeniería con propósitos militares. ¿Es posible que cualquier país o “coalición de voluntarios” pueda manipular los sistemas planetarios sin consecuencias militares?

La historia moderna brinda muchos ejemplos de la voluntarismo de algunos gobiernos para modificar el planeta y lograr ventajas en el campo de batalla. En 1980, el historiador de la ciencia David Collingridge analizó dos ejemplos de una posible destrucción planetaria como resultado de la modificación de las misiones de ayuda exterior cuando el objetivo principal había desaparecido[iv]:

Primero. El Proyecto Manhattan de la Segunda Guerra Mundial fue un movimiento defensivo de Estados Unidos y Reino Unido para contrarrestar lo que se pensó que era el objetivo principal de la Alemania Nazi, la construcción de una bomba atómica.[v] Sin embargo a principios de 1940, la inteligencia británica confirmó que los alemanes habían abandonado su proyecto de bomba. La misión original, que era construir una bomba atómica también, pero solo para propósitos defensivos, se transformó en una oportunidad para usar la bomba ofensivamente contra Japón. Una tarea que era totalmente anormal o excepcional se fue normalizando y para mediados de la década de 1950, ya era referida como “Átomos para la Paz” y aceptada por todos.

 

Segundo. A principios de 1960, Estados Unidos temía que la Unión Soviética estuviera desarrollando un sistema de misiles anti-balístico (ABM, por sus siglas en inglés), lo que provocó, a modo de reacción de emergencia, la construcción de misiles nucleares de múltiples cabezas, (MIRV, Multiple Independently targetable Reentry Vehicles).[vi] Para 1965, la inteligencia de Estados Unidos informó que la investigación soviética había sido desmantelada, pero en vez de cancelar su proyecto, Estados Unidos convirtió la misión (nuevamente, de algo defensivo en algo ofensivo) y presionó, a pesar de la alarma del Congreso, a que los MIRV escalaran la carrera armamentista. Cuando los soviéticos detectaron este programa de Estados Unidos, no tuvieron más opción que desarrollar sus propios MIRVs, y la Guerra Fría se agudizó. Una vez que la bola de nieve de la investigación se echa a rodar, los intereses industriales y militares imbuidos en los proyectos lo mantienen vivo, agrandándolo o transformándolo de manera oportunista, incluso cuando el objetivo de la misión original ya se perdió en la niebla o en el desarrollo real de los eventos.

Hambre y sed. Para contribuir a esta normalización de la manipulación de los sistemas del planeta, Oliver Morton, editor de ciencia de The Economist, defiende en su blog personal el argumento de que la geoingeniería podría salvar a África de la próxima erupción de algún volcán en el norte.[vii] Morton no niega que los países del norte templado podrían introducir las técnicas de manejo de la radiación solar de cualquier forma, “para proteger el Ártico”, y por lo tanto, los países del Sur tendrían que comprometerse en un tipo de geoingeniería defensiva para mantener a raya la hambruna en el Sahel. Es difícil verle el lado bueno a esto, especialmente para los países cercanos a los trópicos. Puesto que la mayoría de las propuestas incluyen esparcir partículas de sulfato en la estratosfera, mismas que permanecerán flotantes unos dos años, Morton y los geoningenieros tal vez puedan usar un poco de esa inteligencia artificial para resolver qué hacer en caso de que una real erupción volcánica, de las que son “inevitables” rebase las erupciones “fabricadas”. ¿Cómo podría alterar el clima una triple explosión de sulfatos (una inyección desde el norte, otra desde el sur y una inesperada explosión desde un volcán verdadero)? ¿Sería necesario duplicar la inyección artificial? ¿Se puede volver al punto de partida después de eso?

Misiones reconfiguradas: Si la misión (es decir, el experimento de “geoingeniería para la paz”) se transforma en algo que pueda evitar una sequía devastadora en África, por supuesto, no parece una mala idea. Después de todo, los países industrializados tienen la obligación de evitar el hambre. Si otro volcán explota en las cercanías de la Cuenca del Pacífico norte, los expertos en ayuda exterior deben estar listos para responder a otra hambruna en el Sahel con todas las complejidades de las operaciones de alivio, o tal vez simplemente puedan desplegar un volcán artificial en el hemisferio sur y evitar todos los problemas del establecimiento de campamentos y líneas de abastecimiento. Para estar seguros, los científicos deben comenzar a hacer pruebas de equipo y experimentos de campo ahora. Esto es muy conveniente para que los científicos sigan adelante con su investigación sobre ingeniería climática, pero bajo ropajes más nobles.

Regresando al plan A: La alternativa, por supuesto, sería desempolvar las muchas propuestas prácticas que han estado allí por décadas, que incluyen plantar árboles, evitar que el Sahara aumente de tamaño y apoyar estrategias de agricultura sustentable para la región. Y si eso no es suficiente en una emergencia terrible, asegurémonos de contar con suficiente ayuda alimentaria. Acciones como afianzar y reconstituir los suelos africanos y apoyar a los agricultores no conllevan el dramatismo de las pipas voladoras rociando sulfatos en la estratósfera o las flotas de jets militares liberando vapores de ácido sulfúrico, pero tienen la ventaja de que son acciones factibles ahora mismo, que podrían tener un impacto positivo inmediato, ya sea que haya erupciones volcánicas o no, al tiempo que contribuyen a la seguridad alimentaria en el largo plazo. Y a diferencia de la geoingeniería, reconstituir los bosques y plantar cultivos alimentarios tiene pocos inconvenientes. Si las agencias de ayuda exterior de los países industrializados no son capaces de hacer lo obvio y fácil, entonces no podemos confiar en que administren con sabiduría remedios tecnológicos que tienen impactos impredecibles.

Según la oficina meteorologica del Reino Unido (UK MET) el manejo de la radiación solar que incrementa la lluvia en el Sahel o el rociado de sal marina para blanquear nubes en la costa de Namibia podrían secar el noreste de Brasil. Entonces, la ayuda exterior de los geoingenieros tendría que desplegarse en el Amazonas, con el riesgo de afectar Asia. Claro, estas situaciones podrían convertirse en oportunidades de empleo nuevas (y permanentes) para los geoingenieros.  

Nota al pie: El Grupo ETC, con sede en Canadá, no puede dejar de señalar que al gobierno canadiense —experto en posponer indefinidamente una solución urgente al problema del clima— no le preocupa la desertificación. Aun cuando en Nature Climate Change se reportó que la geoingeniería tiene beneficios dudosos y escasos, Canadá se retiró de la Convención de la ONU para la lucha contra la Desertificación[viii] (como se retiró del Protocolo de Kioto), al tiempo que transformó su programa de ayuda exterior (CIDA, Canadian International Development Agency) en un mega departamento, orientado comercialmente, cuyos servicios más importantes tienen que ver con el comercio internacional.[ix] Por supuesto, si las grandes cantidades de sulfatos remanentes de las arenas bituminosas de Canadá pudieran comercializarse y lanzarse a la estratosfera, Canadá se convertiría de inmediato en un experto defensor del clima.



[i] Zona ecoclimática y biogeográfica de  transición entre el desierto del Sáhara en el norte y la sabana sudanesa en el sur. Se extiende a través del norte del continente africano entre el Océano Atlántico y el Mar Rojo.

[ii] Jim. M. Haywood, Asymmetric forcing from stratospheric aerosols impacts Sahelian rainfall, en Nature Climate Change, doi:10.1038/nclimate1857, marzo 31, 2013.

[iii] Ronald E. Doel and Kristine C. Harper, Prometheus Unleashed: Science as a Diplomatic Weapon in the Lyndon B. Johnson Administration, Osiris, volume 21, p. 66-85, 2006

[iv] David Collingridge, The Social Control of Technology, Frances Pinter publisher, 1980.

[v] Ibid p.130-141.

[vi] Ibid p.66-85.

[vii] Oliver Morton blog, Climate Geoengineering for Natural Disasters, http://heliophage.wordpress.com/2013/03/31/climate-geoengineering-for-natural-disasters/#more-1419, March , March 31, 2013.

[viii] Paul Heinbecker, It’s not just the drought treaty. Canada is vanishing from the United Nations, en The Globe and Mail,  abril 01, 2013.

[ix] Daniel Schwartz, Should international aid serve Canada's commercial interests? Mixed views on merging CIDA with Foreign Affairs, CBC News, marzo 28, 2013.